De acuerdo con el IGAC (2012), Cauca es uno de los departamentos de Colombia con mayor coeficiente GINI de Tierras (0,838), lo cual se refleja en el alto peso de los mini y microfundios, estos últimos en manos del 69% de los propietarios del departamento, en claro contraste con el 1% dueño de grandes propiedades (UPRA, 2018). Por su parte, el PNUD (2014) señala que el 81% de los predios del Cauca estaban en la categoría catastral de microfundios para la vigencia 2009, con cerca de 192.251 propietarios que representaban el 78% del total.
Esta desigualdad en el acceso a la tierra es especialmente sentida por la población indígena y afro, en particular aquella que habita las regiones Pacífica, Norte y Oriental, con coeficientes GINI de Tierras por encima de 0,8 (Gamarra, 2007). En relación con la población campesina, se tiene una ocupación histórica en el centro del departamento, en donde han visto incrementar la presión sobre sus tierras con la llegada y consolidación de emprendimientos agroindustriales, los cuales han impulsado la emigración hacia el norte del departamento o hacia las zonas de ladera, con suelos de fertilidad baja y deficientes condiciones de infraestructura (PNUD, 2014).
Si bien la agroindustria tiene presencia en el departamento con anterioridad a la liberalización económica de inicios de la década de 1990, es a partir de esta que cobra especial dinamismo con la implantación de un modelo de libre mercado que favorece las actividades económicas a gran escala (ver Luque, 2016). Ese contexto trajo consigo el fomento de transiciones productivas al interior del sector agropecuario, favoreciendo los cultivos permanentes (p.ej., la caña de azúcar, el banano, la palma aceitera y el café) en desmedro de los cultivos transitorios, todo lo cual ha coadyuvado a la profundización de los conflictos en las áreas rurales (Suescún, 2011).
De esta forma, se profundiza un modelo que favorece sectores extensivos en el uso de la tierra, como el cañicultor que representa el 88% de las toneladas producidas en el departamento, por encima de otros productos como el plátano, el café, la piña y la caña panelera (ver UPRA, 2018). Aparte de profundizar la escasez inducida de tierras, este modelo genera conflictividad debido a las modalidades para hacerse con su control, entre esas la compra a bajos precios y el arrendamiento para el establecimiento de monocultivos, todo lo cual dificulta la conformación de territorios colectivos, afectando -además- la autonomía y soberanía alimentaria de las comunidades locales, al igual que sus fuentes de ingreso.
De lo anterior se anticipan las razones por las cuales las plantaciones forestales de pino y eucalipto en el Cauca generan una fuerte oposición local, pese a ocupar una superficie menor si se las compara con las áreas cubiertas por cultivos de caña de azúcar, como aquellas del norte del Cauca (ver PUJ, 2013).